El entrenador del Fútbol Club Barcelona me tiene bastante despistado desde hace algún tiempo. En la "era Laporta", la de los seis títulos, su figura de líder humilde, sensato y caballero parecía ganada por méritos propios. Con un presidente presidencialista, que comenzaba a utilizar el club para obtener sus propios intereses y que fue capaz de que, en ocasiones, el fútbol del mejor Barça de la historia quedase eclipsado por sus discursos políticos, el Pep era el pilar sobre el que se sustentaba la estabilidad del club.
Con Laporta, Guardiola "sólo" tenía que limitarse a entrenar. La presión mediática iba con su presidente, que entraba con soltura y bastante mala leche a cualquier pregunta de los periodistas. Preguntas que muchas veces eran extradeportivas, si, pero casi siempre provocadas por desatinos y desvarios del propio Laporta.
Paradójicamente, la llegada de un presidente como Sandro Rosell, que hasta el día de hoy ha permanecido siempre en un segundo plano, nos ha dejado ver cosas del entrenador del Barcelona que hasta ahora no habíamos visto. Aunque algunos si intuido.
Desde las últimas elecciones, Guardiola parece haberse convertido en el faro único del club, incluyendo áreas que trascienden a su competencia. Y claro, tiene sus riesgos. Resbalones como el del Príncipe de Asturias dañan la imágen de una entidad que, por mucho catalanismo que venda, no debe obviar que sus seguidores traspasan fronteras y continentes. Mou actuó igual pero Florentino estuvo rápido y al quite para decirle que en este tema el no tenía autoridad. Rosell se escudó en su entrenador, dándole galones en una parcela que debe ser exclusiva de la directiva. La reacción llegó tarde.
Poco más de lo mismo se ha visto este fin de semana con el polémico desplazamiento a Pamplona. ¿Quién es el entrenador de un equipo para tocar esos temas? El Pep ha derrapado de nuevo con sus declaraciones.
"Pintamos poco por ser de un país como Cataluña", dijo el otrora prudente y ejemplar técnico blaugrana. Unas palabras que bien podia haber firmado el señor Laporta y que, como diría el bueno de Luís Áragones, parecen confundir las churras con las merinas. Y una vez más,
Rosell salió tarde al quite asumiendo la responsabilidad .
Por otro lado, el estar continuamente en el candelero también ha propiciado que observemos una serie de conductas en el campo de fútbol y en las ruedas de prensa que antes pasaban desapercibidas. Como el pique que protagonizó con Solbakken en Champions, las declaraciones sobre Clos Gómez tras ser expulsado o la provocación a Cristiano Ronaldo en el 5-0 del Camp Nou.
A pesar de todo, no estamos ante un desdoblamiento de personalidad a lo Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Simplemente, ante la constatación de que cuando los vientos soplan favorables es mucho más fácil ser un yerno perfecto. Y de que a cualquier persona, por brillante que sea en su trabajo, no se le puede exigir lo mismo cuando se le saca de su terreno natural.
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